“Bendita sea la fecha que une a todo el mundo en una conspiración de
amor.” Hamilton Wright Mabi.
ADVERTENCIA: Esto no es una crítica al consumismo típico de
las fechas, sino de buscar en los orígenes de la tradición valores para enfrentar
y superar nuestras adversidades y problemas.
Sí usted viene
de familias con tradición cristiana, nació en éste hemisferio del planeta,
posee afinidad a las festividades paganas referentes al solsticio de invierno o
simplemente le gusta disfrutar el merchandising de estas fechas en compañía de
familia y amigos, sabe que dentro de treinta días (para la fecha de redacción
de ésta entrada) se celebrará la tradición más hermosa del año, donde dejamos
atrás un periplo de once meses para reencontrarnos con nuestros seres queridos
en paz y alegría a realizar las costumbres y ritos de cada año a esperar del
venidero, navidad es alegría y unión, justamente lo que Venezuela requiere.
Como bien se
sabe, en Venezuela la navidad requiere de una metódica preparación en todos sus
aspectos, no solo en la decoración de espacios de forma temática, sino en el
viaje con antelación de familiares lejanos, la preparación de exquisitos platos
como la hallaca, la torta negra o el pernil (No serás incluida aquí, estimada
ensalada de gallina), la selección de una lista de reproducción específica de Grupos
de Gaitas o la Billo’s Caracas Boys (personalmente me decanto por éste último),
la retrasmisión de aquellas películas o programas que vemos desde que somos
pequeños y disfrutamos siempre como si fuese la primera vez, así como los juguetes
y regalos para los niños y no tan niños, en fin, la navidad sirve de escenario
para que las familias se unan para lograr unos momentos entrañables por décadas,
y a eso quiero llegar.
Sobran las
veces que se ha dicho que casi todo en Venezuela en estos momentos tiene unas
características atípicas al resto de nuestro entorno, así que no voy a
detenerme en ello. Sabemos la gravedad de nuestra problemática socio-económica y como esta se acrecienta con el paso de los días sin solución efectiva que se vislumbre
por el momento, y ante ese fenómeno de impedimento al acceso a la alimentación
balanceada, la educación, el mercado laboral y la seguridad social por buena
parte de nuestros conciudadanos, hace que más allá de llamar a la reflexión,
debamos emplear los valores de la solidaridad y la cooperación dentro de la
colectividad para superar las barreras que hayan de por medio entre nosotros y
lo que deseamos para estas fechas y en el futuro próximo. De manera que con
esto, le pediré al estimado lector que indague en los anales de la historia el
origen de la más hermosa y noble festividad del año y logré sacar de tal
ejemplo algún paralelismo con el contexto venezolano en consonancia con lo que expondré a continuación.
De acuerdo a lo anteriormente mencionado, las Sagradas Escrituras del Cristianismo nos narran
el mito de como María y José (que seguramente más de uno dramatizó durante su
época escolar) viajaron desde la población de Galilea, pasando por Nazaret y
Judea hasta Belén durante el edicto del emperador César Augusto, y que en vista
de no encontrar refugio aquella noche se establecieron en un pesebre, en el
cual María tras dar a luz colocó a su recién nacido, al cual llegaron visitando
pastores y reyes magos siguiendo los designios de las profecía de la llegada
del hijo de Dios que sería la salvación del mundo.
Dejando en
claro esto, lo que busco traer a colación (ahora sí) es que las familias de
nuestra patria, aun estando en una situación tan pobre, mientras sus miembros permanezcan
unidos, mantengan siempre la fe, la esperanza, actúen con sentido de caridad,
solidaridad y sabiduría podrán obtener aquello que desean y más allá de superar
los retos transitorios, logren alcanzar un estado superior. Es por eso que a
pesar de los embates que sufran nuestras familias, la clave residen en que permaneciendo
unidas y actuando conforme lo que es correcto, asentaremos las bases para la
nueva sociedad que dará el pasó a una etapa diferente y mejor.
Puede que en
estos instantes parte de nuestros familiares no estén con nosotros, o que
nuestros pequeños no puedan reproducir aquellas alegrías que generaciones
anteriores si pudimos, o que las cenas navideñas no estén marcadas por una gran
abundancia, lo importante acá es comprender que esto que vivimos pasará, como
es inevitable, pero teniendo presente la unión de nuestras familias como modelo
para la unión de los pueblos, y aplicando los valores ya citados para generar
que la consciencia colectiva pueda volcarse a llegar al triunfo (de la mano de los seres queridos que estoy plenamente convencido de que regresarán nuevamente), o de acuerdo a
la simbología de la Iglesia, que la luz de la salvación y redención nos irradie para dar fin a las tinieblas, cuya recompensa deje una experiencia histórica para buscar siempre ser mejores que antes.
Habiendo dicho esto finalizando el artículo, no quisiera pasar por alto dejar acá el recordatorio de disfrutar y vivir en alegría estos días para poder
descansar y despojarse de tantos dolores de cabeza que buena parte de los
venezolanos puede estar sufriendo, aunque insisto nuevamente, no será por mucho.
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